Filtros burbuja y verdades personalizadas ¿cómo salir de ellos?

Eli Pariser durante la charla «Fake news, filtros burbuja y la batalla por la verdad», realizada en Madrid por la Fundación Telefónica y Aspen Institute.

Por: Soraya Carvajal B.

En 2010 Eli Pariser comenzó su investigación sobre los filtros burbuja gracias a su interés por conocer a gente distinta, que le supusiese un reto en cuanto a su forma de pensamiento. Así, tratando de mantener el intercambio de ideas con sus amigos conservadores y liberales, a través Facebook, pronto notó que la información y actualizaciones, referentes a los primeros, comenzaron a desaparecer de la línea cronológica de su muro en esa red social.

Esto dio origen a su libro Filtros burbuja: cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos, en el que Pariser constata que la información que vemos en internet, a través de webs, motores de búsqueda y redes sociales, está filtrada y editada porque estas plataformas observan nuestros patrones de comportamiento, los lugares desde dónde nos conectamos, los enlaces que abrimos, las noticias que consumimos con mayor frecuencia, nuestras búsquedas más habituales, entre muchos otros aspectos, para ofrecernos resultados personalizados, hechos a medida.

El problema de esta situación es que como usuarios no somos conscientes de qué se ha editado y, por tanto, de qué nos estamos perdiendo, además del evidente control sobre los resultados ofertados y sobre nuestras posibilidades de información. “Este es un proceso pasivo porque no sabemos con qué criterios los algoritmos, el código, arman la información, qué condiciones cumple la información que se nos permite ver, las historias que vamos a leer o qué información están dejando pasar, sólo nos muestran aquello que supuestamente o, desde su concepción, encaja con nosotros, pero no sabemos con qué base editan la información, ni qué están editando”.

Así, después de comprobar que con el paso de los años la conectividad, al igual que la atención hacia plataformas como Google y Facebook siguen creciendo, y que las noticias falsas son un fenómeno cada vez más relevante, Pariser considera que es tiempo de trabajar a nivel técnico para buscar soluciones entorno a la veracidad y diversidad informativa. Para el cofundador de Avaaz y Upworthy es necesario abrir mayores espacios en la red para consolidar y difundir la verdad, de manera que se hable de esas realidades existentes pero invisibles en los medios, “como de la clase media que ha desaparecido de las noticias americanas haciéndonos creer que no son importantes”.

Para este investigador y activista de internet es importante preguntarnos ¿cómo sería un mundo informativamente conducido por los medios sociales?, ¿en qué se convertiría nuestra sociedad? En su opinión, la Inteligencia Artificial va a amplificar las tendencias de personalización informativa, de creación de realidades parciales y por ello, las suposiciones y prejuicios son un reto, pues “se puede fingir que el algoritmo es justo, pero muchas veces lo que hace es fortalecer los prejuicios”

Los filtros burbuja hacen muy fácil ignorar los problemas y el sufrimiento de otros, son como unas gafas de realidad aumentada

Para Pariser algunas de las claves para combatir el fenómeno de los filtros burbuja pasan por:

  1. La investigación y la introducción de otros contenidos en las plataformas digitales, de manera que muestren a los usuarios información que probablemente no quieran ver o con la que no están de acuerdo, pero que se alejen de una visión unívoca del mundo. Para ello, además de la voluntad de los grandes conglomerados digitales es importante que los consumidores sigamos presionando por la diversidad, porque los medios sociales tienen hoy en día un papel fundamental en el contraste de ideas,
  2. Preguntarnos ¿cómo utilizar las plataformas digitales para construir redes, visiones y contactos trasversales?, pues es importante ver, conocer las visiones de otros, de aquellos distintos a nosotros y a nuestros entornos, cuestionar suposiciones y reducir estereotipos.
  3. Buscar espacios donde podamos encontrar conversaciones respetuosas, transversales y con ideas diferentes. Para Pariser un buen ejemplo son los foros de deporte, espacios no políticos donde, pese a no ser muy respetuosos, la gente tiene una identidad compartida por ser seguidor de un mismo equipo, pero a su vez, puede entrar en contacto con personas muy diferentes y de ideas contrarias.
  4. La prensa debe reconstruir la confianza con la ciudadanía, esa confianza que se ha perdido por moverse en esa línea borrosa entre publicidad e información. Para Pariser esto sólo se puede lograr partiendo del interés genuino de los medios por las necesidades de la gente.

Filtros burbuja distorsionan la percepción de la realidad

Para este autor es claro que los filtros burbuja limitan nuestra percepción de la realidad porque el algoritmo aumenta la posibilidad de que sólo veamos la información que nos puede interesar, así, cuanto más interés tengamos en política, más posibilidades hay de que sólo veamos anuncios e información de este tipo.

“Creo que los filtros burbuja hacen muy fácil ignorar los problemas y el sufrimiento de otros, son como unas gafas de realidad aumentada, donde se puede pintar un mundo en el que, por ejemplo, no hay personas sin hogar, aunque esto no hace que esa realidad deje de existir”

Pariser también considera que los algoritmos pueden influir porque, cuanto más familiarizados estamos con un concepto, más cómodos nos sentimos con él, y en su opinión, en términos cognitivos estamos impulsados hacía la sencillez, hacía respuestas que reafirmen lo que pensamos, que reafirmen que estamos en el camino correcto, mientras que “aprender exige que yo esté expuesto a ideas contrarias, a retos, a reevaluar nuestro pensamiento, lo que es un proceso fundamental para entender el mundo y tener nuevas ideas”.

Por eso, para deshacernos de las áreas difusas y de la información falsa Pariser considera que, cada vez más, deberíamos construir y dar valor a la verdad, que cuando las historias hayan pasado por un filtro se hagan visibles y que se creen historias reales, que sean competitivas y atractivas a nivel informativo.

En este sentido, Pariser comparte la idea de que internet ha cambiado la relación con los medios de comunicación, pues la creencia de que los medios tenían la verdad absoluta ha colapsado, pero a la quiebra de “la verdad” se une el hecho de que la gente no tiene tiempo de contrastar todo, ver de dónde viene la información, dónde está la verdad y entonces opta por decir, no me importa. “Creo que el filtro burbuja pergeña deseos de simpleza, pertenencia y sencillez en cuanto a la información y las decisiones algorítmicas los refuerzan”.

Para Pariser es claro que la premisa de que, si tienes el poder de comunicar tienes que seguir un proceso determinado, ha sido desplazada porque ahora se pueden distribuir mucha información e historias a través de internet sin cumplir las normas o patrones de comportamiento del periodismo. Por eso defiende la construcción de sistemas y plataformas que incentiven a personas que están haciendo buenas búsquedas y editando bien la información, pues en su parecer, es una forma de apoyar la ética de los nuevos guardianes de la información.

La curiosidad es la mejor arma que tenemos contra la polarización

Pariser admite que, pese a la resistencia inicial para abordar el debate acerca de la información parcial, actualmente hay cierto interés de las grandes compañías por el tema y el reconocimiento de que algo hay que cambiar. Además, los ingenieros se están dando cuenta de que su trabajo en matemáticas tiene connotaciones y consecuencias éticas y políticas y la gente se está organizando para pedir que las empresas tomen esta situación más seriamente.

Este activista, sin embargo, desestima la censura en las redes sociales como estrategia eficaz para controlar las noticias falsas, pues considera que la gente encontraría otros canales para expresarse y, aunque no cree pertinente que las comunidades desaparezcan porque la democracia implica contacto, intercambio y divergencia, sí cree que se deben observar unos estándares de conducta en las plataformas, “hay que buscar un equilibrio muy cuidadoso, tenemos que crear la idea de lo que es aceptable y lo que no”.

De cara a abrirnos a perspectivas informativas diferentes, Pariser desaconseja el agregar a personas con una visión opuesta en Twitter o Facebook, “porque generalmente es una experiencia desagradable que tiende a polarizar más a la gente”. Como alternativa propone recurrir a personas-fuente, es decir, aquellas fuentes fiables, con una concepción abierta hacia otros puntos de vista, que con un lenguaje razonable nos ayuden en la comprensión de las culturas transversales y a cruzar ideologías. Además, hace un llamado a adoptar una conciencia fortalecida y en lugar de prepararnos para una lucha, tratar de entender por qué alguien puede pensar de esa manera particular, “creo que la curiosidad es la mejor arma que tenemos contra la polarización”.

Finalmente, en una época de desinformación, polarización y “antagonismo tribal”, Pariser cree que aún hay espacio para evolucionar y construir convivencia. “La historia de la civilización es la historia de la humanidad buscando y construyendo tecnología para resolver problemas, hacer proyectos, incluso juegos. A pesar de las grandes diferencias en las formas de pensar, la colaboración, la participación, la construcción conjunta es posible incluso en línea, en los nuevos medios, no es una tarea pequeña, pero tampoco creo que sea imposible”.

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Redes sociales: la exposición seduce

“Un café para comenzar bien el día; hoy cumple años mi sobrino;  me voy de puente al Caribe; haciendo galletas en casita; me voy a dormir que ya es hora”, estos son solo algunos de los mensajes que a diario inundan las redes sociales y que evidencian la creciente tendencia de millones de internautas de exponer milimétricamente su día a día en la red.

En nuestra sociedad, mediada por lo tecnológico, internet se consolida como el “espacio público” virtual por excelencia, un lugar dinámico, de movimiento, de conexión, relaciones e intercambio, un espacio donde se genera un nuevo lenguaje y maneras de hacer, un lugar con numerosas bondades, pero también con sombras fundamentadas en los usos que hacemos de la red.

Las redes sociales, han venido a evidenciar que existen nuevas maneras de concebir lo público, lo privado e incluso lo íntimo, pues ya no se puede establecer claramente dónde termina una esfera y comienza otra, todo se mezcla en este ágora y aumenta la legión de personas enganchadas  a sus dispositivos móviles, fascinadas por contar su cotidianidad, desde que se levantan hasta que se acuestan, sus declaraciones de amor y odio, sus idas y venidas, por intrascedentes que sean;  sus romances y rupturas, todo a través de facebook, twitter, Hi5, Sonico, whats app, entre otros tantos, sin contar además con que gracias a los sistemas de geolocalización de los móviles,  en todo momento estamos indicando dónde estamos.

Pero, ¿por qué  seducen tanto las redes sociales?, ¿Por qué la gente encuentra placentero contar sus vidas privada a través de ellas?, ¿Por qué ceden voluntariamente sus vidas y datos, de manera que incluso sabemos qué música escuchan o qué artículos leen mientras están conectados a la red?, ¿será que todos buscamos nuestros cinco minutos de fama? o ¿ que la gente tiende a refugiarse en los espacios públicos virtuales, dejando de lado los espacios públicos reales?,  ¿cuál es el concepto actual de privacidad?, ¿por qué el valor de la esfera privada hoy cotiza a la baja?.

Estas preguntas tienen múltiples respuestas y el debate sigue en construcción, pero casi todos los expertos coinciden en que tras estas conductas también subyacen tendencias narcisistas, exhibicionistas y voyeristas. Pero además, coinciden en recordar a los usuarios de las redes sociales que son ellos quienes producen y difunden los contenidos a través de las plataformas y por tanto deberían ser los primeros a los que compete el desafío ético de decidir qué publicar o no, pues es claro que en internet todo es público, aunque lo público tenga distintos niveles.

Y teniendo en cuenta que con el móvil es muy fácil hacer una foto o video y subirlo inmediatamente a la red, tal vez deberíamos tomarnos unos segundos antes de hacerlo  y pensar si vale la pena compartirlo o si podría comprometer a alguien.  Si no gana el afán mediático, siempre nos quedará la posibilidad de recurrir a empresas como reputation.com, salirdeinternet.com, eprivacidad.es o muchas más que trabajan en eliminar de la red la información no deseada o que afecte nuestra reputación; porque entrar en la red depende de un simple click, pero salir y tratar de recuperar el anonimato tiene un precio.