
Artículo original publicado en Inglés en Science
Por: Mennatalla Ibrahim / Traducción: Soraya Carvajal B.
Las académicas que creen que la «brillantez» es un requisito para triunfar en su campo son más propensas a dudar de sus capacidades. Es un problema que afecta de forma desproporcionada a las mujeres, especialmente a las de grupos raciales y étnicos poco representados, según un nuevo estudio.
La investigación es la continuación de un hallazgo anterior según el cual en los campos que valoran más la brillantez que el trabajo duro, como las matemáticas y la física, se gradúan menos mujeres con un doctorado. Pero concluyeron que esta creencia en sí misma puede «desalentar la participación entre los miembros de los grupos que actualmente están estereotipados como no poseedores de este tipo de brillantez».
El nuevo estudio amplía ese trabajo examinando si las académicas en campos orientados a la «brillantez» sienten que no pertenecen a ese entorno. A partir de una encuesta realizada a casi 5.000 estudiantes STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) y estudiantes de posgrado en humanidades, postdoctorales, residentes de medicina y miembros del profesorado de nueve universidades estadounidenses, los investigadores encontraron que las mujeres de campos que valoran la brillantez eran más propensas a decir que se sentían como un fraude que sus compañeros hombres. Estos sentimientos fueron más prevalentes entre las mujeres de grupos raciales y étnicos sub-representados que entre las mujeres blancas y asiáticas. Los estudiantes de posgrado y los postdoctorales también afirmaron dudar de sus capacidades más que los miembros del profesorado, especialmente en los campos que valoran la brillantez. (Los encuestados no binarios no se incluyeron en el estudio debido al pequeño tamaño de la muestra).
Los resultados del estudio indican que el problema está profundamente arraigado en el entorno cultural en el que se desenvuelven los académicos, tanto dentro como fuera de la academia, dice Sarah-Jane Leslie, profesora de filosofía de la Universidad de Princeton y coautora de la investigación, que se publicó la semana pasada en el Journal of Educational Psychology. «Es mucho más difícil encontrar ejemplos en la cultura popular de mujeres, sobre todo de color, que, como un Sherlock Holmes o un Dr. House, tengan ese tipo de brillantez innata especial», afirma. «Incluso cuando se muestran mujeres consumadas, como una Hermione Granger, su intelecto suele basarse en el trabajo duro, la dedicación y las largas horas en la biblioteca, en contraposición a una especie de intelecto salvaje, innato y no enseñado».
Rachel Ivie, investigadora principal del Instituto Americano de Física, está de acuerdo y añade que el enfoque del estudio en las interacciones entre los múltiples aspectos de la propia identidad -en este caso, el género, la raza y la etnia- es especialmente importante. «Si queremos entender cómo campos como la física pueden retener a los mejores talentos, tenemos que entender cómo el entorno de la física está afectando a las personas de manera diferente en función de sus estatus interseccionales», dice.
Leslie y sus colegas, entre los que se encuentra Melis Muradoglu, autora principal de este estudio, esperan que los resultados impulsen a los académicos a pedir a las instituciones que se responsabilicen de su cultura laboral. «Muchas de las recomendaciones sobre cómo gestionar el síndrome del impostor/a se centran en lo que el individuo puede hacer, por ejemplo, ‘acepta tu propio éxito’ o quizás ‘exprésale a un mentor o colega cómo te sientes'», dice Muradoglu, candidata a doctora en psicología por la Universidad de Nueva York. El consejo es «bienintencionado y a veces útil, pero la responsabilidad debería recaer en el lugar de trabajo para crear entornos acogedores».
También puede ser el momento de alejarse de términos como «brillantez» y «síndrome del impostor», dice Ebony McGee, profesora asociada de diversidad y educación STEM en la Universidad de Vanderbilt que no participó en este estudio. «La gente siempre quiere decir que todo el mundo tiene el síndrome del impostor y que es normal, pero no es normal cuando te sitúan como un impostor. A menudo, así es como te perciben -no como te percibes a ti mismo- y lo interiorizas».